El mal de Soledad
- Proyecto Jenniña blog
- 10 nov 2018
- 2 Min. de lectura
Soledad estaba siempre de mal humor. Todos decían a sus espaldas:
"uf, mira quién viene ahí, la malhumorada... ".
Su mamá estaba preocupada. No sabía cómo hacer para que su hija cambiara un poco su mal genio.
"Siempre responde mal. Nunca tiene ganas de hacer nada. Es una niña muy violenta y enojadiza". Protestaba su mamá cuando le contaba a alguien sobre Soledad.
Los médicos querían medicarla, los maestros regañarla y sus compañeros excluirla.
"Tal vez esté deprimida", le aconsejaban sus familiares, “seguramente haya que medicarla”.
Muchos opinaban, pero nadie se interesaba en saber qué sentía Soledad. Qué pensaba. Qué tanto la enojaba.
Un día su mamá, luego de médicos, fármacos y locos, decidió cambiar la estrategia y la llevo a una abuelita sabia. Alguien le contó de esta maga que vivía en el bosque y sanaba con las manos, las plantas y el corazón. La naturaleza es sabia y esta abuelita estaba hecha de esta Madre santa.
La observó por un buen rato. La olfateó. Le tocó la piel. Le miró fijo a los ojos durante varios minutos sin sacarle la vista jamás. Se alejó un poco para verla mejor. Le dio un abrazo sincero y recién ahí, Soledad se puso a llorar.
"Lo que tiene esta niña es mal amor. El mal humor es solo un síntoma de lo primero. Dele 20 abrazos por día, 5 escuchas atentas todas las mañanas con el desayuno y 3 miradas profundas a los ojos antes de ir a dormir. No se olvide de alimentarla sano y sacarla a caminar una vez por día. Recuérdele cuán valiosa es, dígale que vino a este planeta para entregar su luz. Y... dese un poco de amor a usted misma también, señora. Sino todo lo demás, va a ser en vano. Venga, yo le voy a dejar las primeras pócimas mágicas de amor y luego practique todos los días en su casa", dijo la abuelita maga y las tres se mantuvieron abrazadas durante un largo rato, probablemente unas horas, quién sabe…
No hubo en la tierra medicina más poderosa. Soledad sólo estuvo sola en su nombre. El amor la acompañó por siempre. También la alegría, el buen humor y su madre, quien nunca dejó de dar y tomar esa mágica medicina.
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