La llave
- Proyecto Jenniña blog
- 10 nov 2018
- 2 Min. de lectura
Sé de un maestro que habita en los Cielos, que enseña el arte de la guerra y la curación. La herida y la medicina. Porque no distingue entre bien y mal, solo nos enseña las posibilidades para que cada quien elija y aprenda cada cual.
Pero este maestro también me enseñó que en donde está la herida, está la curación. El dolor puede ser la cuna del héroe o la heroína. Esa es su llave.
Hay una zona que duele, pero no cura y aunque parezca una locura, es ahí donde nos hacemos maestros. Dar a otros lo que tal vez, no me puedo dar a mí. Y en el camino, resignada, mientras curo, me voy curando.
Esa es la llave.
Ya casi sin aire, buscando la clave, nado entre las más inmensas penas y mis más profundas vergüenzas. Dicen que este padre pone pruebas, pero no nos abandona, se mantiene cerca observando hasta dónde ir, hasta donde tirar y hasta donde herir.
O hasta donde curar.
Es del tipo de padres que nos deja experimentar. Pues no nos da el pescado, nos enseña a pescar. Pero también nos empuja al mar, para que nos mojemos si deseamos cenar.
Y en donde está mi mayor brillo, qué causal, está mi más dolorosa herida. ¡Ay! Cuánto trabajo me dio este chaman del cielo, qué gran desafío elegí yo antes de ser humana, cuando también una vez fui estrella.
Pero el que quiere celeste que le cueste. Sé que elegí vivir para la obra superior, darle lo que me pide él y ella, la Gran Diosa, el Gran Señor. Así que si he de padecer para crecer, que así sea. Solo dame vida eterna en el cielo cuando vuelva a casa y me una a ella, una vez más, mi amada luz, mi estrella.
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