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La niña exterior

  • Foto del escritor: Proyecto Jenniña blog
    Proyecto Jenniña blog
  • 10 nov 2018
  • 3 Min. de lectura

¿Sabías que una vez una niña se hizo chiquitita para poder meterse dentro su propio cuerpo? Si, si, yo te cuento, mirá…

Se hizo muy pero muy chiquitita. Entonces aprovechó cuando su cuerpo dormía para meterse por la nariz. ¡Pero estaba llena de mocos! Así que prefirió buscar una entrada alternativa, aunque igual pensó: mmm, qué lindo ese moquito para escarbarlo con el dedo índice mañana cuando me levante.

Como dormía con la boca abierta, aprovechó el momento de inhalación para entrar y tirarse de cabeza por la lengua. Se mandó como por un tobogán y pum! cayó de traste en el cuarto piso, al ladito del corazón. Fue gracioso porque cayó justo cuando el corazón estaba en el momento del “no latido” y cuando sí latió, le dio una empujón tremendo y volooooooooo hasta caer en el diafragma y para qué, imaginate, era como una cama elástica gigantesca! Y ahí pensó: ¡mi cuerpo es como un parque de diversiones!

Después se metió en los intestinos, porque dijo: ¡ahhh, esssto va a ser como un parque acuático con el tobogán más largo del mundo! Pero enseguida recapacitó y se dio cuenta que de ahí iba a caer en un wáter y todavía no estaba pronta para salir. Tan chiquitita era que se metió hasta en la sangre, así que anduvo nadando, hasta hizo la plancha. Jugó al toro mecánico sobre las trompas de Falopio (y se cruzó con el mismísimo Falopio que se estaba fumando un cuete en la entrada), se durmió una siesta dentro de la teta derecha que es la que tiene más grandecita y cuando se despertó, se acordó de lo que en verdad quería hacer cuando pensó en meterse en su cuerpo.

Se acercó a algunos de los obreros y obreras que trabajaban incansablemente y les preguntó:

-¿Y ustedes no tienen hora de descanso?

-No-, respondieron, -no la necesitamos. Y si la cosa se pone insana, trabajamos más que nunca-.

-¿Y no cobran por su trabajo?

-No, lo hacemos por amor. Si nosotros trabajamos, todo anda mejor. Igualmente los problemas por lo general empiezan en otro lado… pero bueno, no podemos hablar de eso-.

-¿Dónde empiezan?-, preguntó la nena chiquitita.

-¡En las emociones!-, gritó un enanito muy gracioso que estaba atrás del todo y luego se fue corriendo.

-¿Y dónde están las emociones? Porque justamente yo vine a buscar algo parecido. Porque siempre se dice: “busca en tu interior”. Cuando se habla de encontrar respuestas y La Verdad. Y cuando yo quiero recibir la respuesta de mi interior, o la felicidad, o mi misión… no sé donde está. Sé donde están los riñones, bueno, más o menos, o el corazón, ¿pero dónde está esa luz que puso Dios en nuestro interior?-, preguntó la niñita.

-No la vas a encontrar aquí tampoco-, le dijeron. -Es que no se ve. ¿No leíste el principito acaso? Lo esencial es invisible a los ojos-.

Entonces, allá a lo lejos vino corriendo de nuevo el enanito y gritando como un desacatado, contó:

-Están las siete oficinas, una en cada uno de los siete pisos, ahí están los enchufes que nos conectan con los cables de Dios, pero eso igual no es exactamente eso, es, es, es más o menos, o sea…-.

Y se fue corriendo de nuevo.

Luego de escuchar al enanito, la niña recorrió los siete pisos y entró en las siete oficinas. Esta vez no siguió los consejos de su madre que le decía: “¡no metas los dedos en el enchufe!”. Esta vez sí los metió y waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa AaaaaaaaaąaAAAAAAAAaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Âaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa äääääää ooooooooooo aaaaaaaaaaaaaaa

Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Oooooooooohhhhhhhoooooo oo oo ooo!

Sintió a Dios, a todos los Reinos del Cielo y a toda la eternidad en su Ser. No vio ninguna luz, ni “el interior”, pero ya no lo necesitaba porque entendió que ella toda es su interior, que no está separada, que todos los cuerpos que se ven y los que no se ven, hacen a su Ser, que no hay nada más que buscar, solo vivir y ser, mientras se va viviendo y siendo, una se va encontrando.

Ah! y antes de irse les dejó unos pesitos a los obreros y obreras del cuerpo, porque al final, un sueldito se merecen ¡manga de amarretes!

FIN.

Ah! Ah! Ah!: al final la niña chiquitita salió del cuerpo expulsada por un cuete, y al otro día se sacó el moco nomás, pero con el dedo meñique.

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