La niña y el dragón

Una niña de vestidito color fucsia y un anillo grande en un dedo, se cruza con un dragón y le dice: -Hola, dragonzuelo, ¿me dejarías pasar por favor?-.

El dragón se la queda observando con la boca abierta y le responde:

-¿Cómo puede ser que no me temas, rubia rockanrollera?!-.

-¿Por qué habría de temerte? Eres un tierno dragoncito. Yo ya sé lo que simbolizas, pero a mi no me das miedo-, le increpó la niñuela. -¿Y qué simbolizo, a veeeer-, replicó el dragón.

-El miedo. Justamente. Deseas darme miedo para que mi misión se haga más difícil y por ende mi aprendizaje más grande, pero yo caminé mucho para llegar hasta acá, sabés? Así que ya no te tengo miedo. ¿Me dejás pasar para cumplir con mis sueños? Dale, movete, apestoso dragoncete-, respondió con osadía la niña, e intentó moverlo a la fuerza, agarrándole la cola, mientras el dragón la miraba extasiado. -Te voy a quemar todo ese pelito rubio con el fuego de mi alientooo!- ya enfurecido gritó el dragón. -Na, vos ya no me quemás, ahora acá mando yo. Soy una leona alada muy salada. Fíjate-, le dice la niña con mucho valor. Entonces el dragón trató de escupir fuego, pero de tanta fuerza se le escapó un cuete y se puso rojo de vergüenza, el muy grandulón. La niña se rió y le pidió que se dejara de estupideces.

-Okeeey, okey, okey. Me rindo...-, dijo el dragón. -Pero con una condición: que me juegues un "robo montón", una sola mano, por favor, nadie juega conmigo…-, agregó con tristeza en su corazón.

La niña accedió. Jugaron y ella ganó. Después pasó, cumplió su misión, se realizó y a eso de los 97 años, murió. Aunque creo que tuvo que volver a nacer otra vez para resolver unos últimos detallecitos y listo, después se iluminó y todo este asunto de las vidas y la rueda de la encarnación se terminó. Fin. Al Fin.